lunes, 13 de octubre de 2008

Volver a Casa con ropa de fiesta!!!

Bien vestidos!!!

Domingo XXVIII del Tiempo Ordinario

La Palabra de Dios convoca y reúne a toda la Iglesia para iluminarla y alimentarla con 'palabras de vida eterna'. Son palabras que afirman el sentido de nuestra existencia y aquella de la creación. Esta Palabra no engaña diciendo que lo pasajero de esta existencia sea eterno y perenne, pero, sí enseña que la manera con la que vivimos nuestra presencia en este mundo, el modo como usamos las cosas y la calidad de las relaciones que cultivamos o menos con todas las personas, tienen un sentido de trascendencia y está cargada de 'definivitidad', de 'perennidad'.


Este Domingo, el Señor presenta sea a través del Profeta Isaia que en la parábola de los Invitados al Banquete de la Boda del Hijo, su voluntad inamovible de establecer una alianza de vida y de comunión con cada ser humano de esta tierra. Dios - el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo- corteja a todos los hombres y mujeres del mundo a través de los siglos para decirles: "Les amamos, queremos que vivan para siempre y no sólo el tiempo que la corporeidad humana tolera en la tierra. Los queremos para siempre y por eso están dotados de un espíritu capaz de abrirse y de comprender lo eterno, lo definitvo, lo imperecedero".


Nuestra existencia transcurre, por lo general, preocupada y disipada. No siempre comprendemos todas las vicisitudes que nos ocurren. La mayor de las veces nos entristecemos o despotricamos contra la "suerte " o contra el "destino" que nos toca representar. La Palabra de Dios, en cambio, nos interpela, nos involucra en primera persona. Se trata de reconocer y de aceptar que hay un único Dios. Que este Dios se ha hecho ver y escuchar de infinitas maneras.

Que la manera más excelente de comunicación es su Hijo Jesucristo que asumió nuestra naturaleza humana y pasando por el drama de la crucifixión y muerte -herencia de nuestro pecado-, nos ha sanado y nos hace capaces de vivir espiritualmente ya desde esta tierra y obrando noblemente antes las necesidades y exigencias de nuestra propia historia.


Dios no aliena de la propia responsabilidad, pero, su llamada y su voluntad de vivir en comunión de amor con cada uno de nosotros, sí que cambia nuestra manera personal y comunitaria de afrontar la vida, nos reclama con imperiosa necesidad que urge establecer un reinado de la justicia que anticipe imperfectamente, lo que el Reino de Dios habrá de establecer total y absolutamente.

El creyente que acoge la Palabra de Dios, se sabe llamado y urgido a vivir en el amor hacia Él en primer lugar, y mediante este mismo amor, dirigirse al prójimo en sus más varidas maneras y según las distintas vocaciones personales y los carismas comunitarios.
La Fiesta de la Salvación de toda la Historia Humana ha comenzado con la Encarnación del Hijo de Dios. Desde ese momento, nada de lo que es noblemente humano resulta ajeno a la experiencia del mismo Dios en su Hijo Jesucristo.

Nuestras facultades para razonar, elegir y amar han sido sanadas en su Encarnación. La necesidad de aprender a discernir nuestras decisiones son parte del discipulado, del seguimiento de Jesús. Esto es la FE!!! Mirar a Jesús, imitar las razones y las maneras de vivir en el amor filial hacia el Padre.
Este dinamismo suscita en nosotros la necesidad de aprender a vivir virtuosamente, en bondad, en justicia y en servicio.

La experiencia de Dios Comunión no puede dejarnos JAMÁS indiferentes respecto a la necesidad de las personas que nos rodean, sobre todo y en primer lugar de quien se ve desventajado y menos favorecido cuando no explotado o envilecido. En esas situaciones la Palabra de Dios nos grita: ¡Mira a tu hermano, mira a tu hermana! No he querido para él ni para ella la miseria y la injusticia que el apetito desordenado de la codicia y de la avaricia crea y establece en las relaciones humanas como si fueran leyes justas. No es esa mi voluntad!!! Muévete!!!

El Reino no se abrirá si no haces algo -lo que esté a tu alcance- por aligerar y erradicar esas cruces que niegan mi Encarnación, blasfeman de mi Resurrección y echan un manto negro sobre la acción de mi Espíritu Santo. Mi Reino no es de este mundo.... pero he querido que tenga su inicio con este mundo y desde este mundo.


EL Señor Jesús en su Resurrección nos dice: "Mi retorno al Padre con la naturaleza humana sanada por mi Amor Misericordioso es solo el inicio de todos los retornos de cada uno de Uds. a Nosotros. Sepan que los esperamos. No pueden faltar... y al mismo tiempo, ¡ Oh drama de la humana libertad! No se autoexcluyan de "nuestro banquete", de nuestro amor!!!"

Querido hermano y querida hermana en el Señor... pongámonos el vestido de fiesta y preparemos nuestro retorno a Casa!

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