La Santísima Trinidad es una "Solemnidad" de la liturgia católica que se celebra el domingo siguiente al Domingo de Pentecostés. Con el nombre de 'solemnidad', la Iglesia busca resaltar la importancia de un aspecto del misterio revelado de Dios que se recuerda y actualiza en ese día. De por sí, toda celebración eucarística es "solemne" porque en Ella, celebramos y se actualiza para nosotros la Presencia de Jesucristo en su sacrificio redentor y se nos comunica su misma vida de resucitado para que podamos progresar y perseverar en nuestra propia experiencia de maduración humana en el ejercicio de la libertad y del amor.
Muchos teólogos han pretendido 'explicar' cómo es este misterio de la Trinidad, el hecho de que la Revelación de la Escritura, sobre todo de los Evangelios y de las Cartas Apostólicas, nos presentan la existencia de un Único Dios que sin embargo es al mismo tiempo Tres Personas distintas: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
Los tentativos explicativos han sido exhaustivos y la mayor de las veces infructuosos porque la realidad plena de Dios - Uno y Trino - supera la capacidad discursiva de la argumentación humana; y, en el mejor de los casos, la más excelente de las explicaciones solo roza la comprensión de tal Misterio.
Mejor es dejarse guiar por la misma Escritura que 'narra', describe la Presencia y la Acción de las Tres personas y las presenta siempre en sintonía perfectra de entendimiento entre Ellas, de Comunión plena, de Amor intercambiado perennemente y perpetuamente.
Afirmar que Dios es Uno y Trino iplica admitir que la Divinidad no se divide sino que se comparte en modo tal de no constituir una razón de separación o de contraposición entre las Personas Divinas. La Trinidad afirma la realidad de la Diversidad dentro de Dios que sin embargo no se opone a su Unidad porque ésta está constituida por el Amor.
Desde el Amor que es Dios mismo todo se Es y todo se comparte. La diferencia no se anula ni la Unidad se divide. Esta es la realidad de Dios y ya comprendemos cómo nuestro entendimiento fatigue para admitir la veracidad de tal realidad. El hecho que nuestro entendimiento no logre penetrar su sentido, no niega a la tal realidad de ser y de expresarse.
Sólo en la contemplación adorante y en la experiencia del amor podemos asomarnos al 'borde' del Misterio. Dios es conocido de rodillas, en la oración que se constituye en un espacio de escucha, de conversión de la propia mente y del propio corazón.
Aprendiendo a despojarnos de categorías meramente sensistas o fisicistas, podremos aprender a hablar con Dios movidos por un intelecto que ama porque es amado. Y desde la interioridad del Amor que se da a conocer, podremos decir Quién es el Amor y qué hace el Amor. Entonces, nos importará menos saber cómo es posible la subsistencia de las Tres Personas en una Única Divinidad, cuanto comprender y saborear la realidad que El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son Amor y Entrega eterna entre Sí y hacia la Creación y en ella, hacia cada hombre y mujer durante todos los siglos.
Dios Uno y Trino es Comunión de Personas, es Familia. Nosotros somos su imagen... si transcurrimos en el amor que es el imperativo de la justicia y de la paz. Sea alabado Jesucristo!
Muchos teólogos han pretendido 'explicar' cómo es este misterio de la Trinidad, el hecho de que la Revelación de la Escritura, sobre todo de los Evangelios y de las Cartas Apostólicas, nos presentan la existencia de un Único Dios que sin embargo es al mismo tiempo Tres Personas distintas: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
Los tentativos explicativos han sido exhaustivos y la mayor de las veces infructuosos porque la realidad plena de Dios - Uno y Trino - supera la capacidad discursiva de la argumentación humana; y, en el mejor de los casos, la más excelente de las explicaciones solo roza la comprensión de tal Misterio.
Mejor es dejarse guiar por la misma Escritura que 'narra', describe la Presencia y la Acción de las Tres personas y las presenta siempre en sintonía perfectra de entendimiento entre Ellas, de Comunión plena, de Amor intercambiado perennemente y perpetuamente.
Afirmar que Dios es Uno y Trino iplica admitir que la Divinidad no se divide sino que se comparte en modo tal de no constituir una razón de separación o de contraposición entre las Personas Divinas. La Trinidad afirma la realidad de la Diversidad dentro de Dios que sin embargo no se opone a su Unidad porque ésta está constituida por el Amor.
Desde el Amor que es Dios mismo todo se Es y todo se comparte. La diferencia no se anula ni la Unidad se divide. Esta es la realidad de Dios y ya comprendemos cómo nuestro entendimiento fatigue para admitir la veracidad de tal realidad. El hecho que nuestro entendimiento no logre penetrar su sentido, no niega a la tal realidad de ser y de expresarse.
Sólo en la contemplación adorante y en la experiencia del amor podemos asomarnos al 'borde' del Misterio. Dios es conocido de rodillas, en la oración que se constituye en un espacio de escucha, de conversión de la propia mente y del propio corazón.
Aprendiendo a despojarnos de categorías meramente sensistas o fisicistas, podremos aprender a hablar con Dios movidos por un intelecto que ama porque es amado. Y desde la interioridad del Amor que se da a conocer, podremos decir Quién es el Amor y qué hace el Amor. Entonces, nos importará menos saber cómo es posible la subsistencia de las Tres Personas en una Única Divinidad, cuanto comprender y saborear la realidad que El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son Amor y Entrega eterna entre Sí y hacia la Creación y en ella, hacia cada hombre y mujer durante todos los siglos.
Dios Uno y Trino es Comunión de Personas, es Familia. Nosotros somos su imagen... si transcurrimos en el amor que es el imperativo de la justicia y de la paz. Sea alabado Jesucristo!
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