«ASÍ MI HIJO HABLÓ A LOS ÁNGELES Y SUBIÓ AL CIELO»HISTORIAS
23/02/2024 Hablan la madre y el padre de Davide Fiorillo, fallecido a causa de una enfermedad incurable a los ocho años. «Él también vio a Jesús y nos lo describió: su fe, su espontaneidad, sus ojos llenos de una luz que no existe en esta tierra»
por Riccardo Caniato
«¿Quieres parar un rato y ver el mar?». «¡No mamá, tenemos que irnos! La Virgencita nos espera." En este intercambio entre Elisa y su hijo ya se comprende el misterio de una vida, recogido por la periodista Costanza Signorelli en el volumen Davide. El niño que hablaba con los ángeles (Edizioni Ares, pp. 184, 15 €). Una historia conmovedora que será de esperanza para todos aquellos que cargan con la cruz en la enfermedad. Davide Fiorillo, calabrés de Piscopio, en la provincia de Vibo Valentia, murió de leucemia a la edad de 8 años, el 22 de junio de 2021, en circunstancias particulares que hacen que su historia sea extraordinaria. Nacido en una familia no practicante, Davide en cierto momento abrazó su enfermedad incurable con una serenidad sorprendente: lo hizo desde el momento en que, como el niño testificó a sus padres, los Ángeles vinieron a hacerle compañía, luego la Virgen , finalmente Jesús. Que luego le han preparado y acompañado en su paso al Cielo.
Dentro de esta historia, un pasaje significativo se refiere al santuario de la Madonna degli Angeli de Cassano delle Murge, del que hablamos en el número 5 de María contigo: es aquí donde la Virgen invitó dos veces al niño, y donde él tenía prisa para alcanzarla a costa de renunciar al mar que tanto amaba; y es aquí donde en ambas ocasiones se le vio caer en éxtasis frente a la estatua de la Virgen de los Ángeles. Pero María también apoyó el sufrimiento de Davide en la vida cotidiana de su hogar: como nos testimonian directamente sus padres, Salvatore y Elisa, en la conversación que sigue.
¿Cuándo comenzaron los fenómenos místicos para Davide?
Salvador. Los descubrimos el 19 de marzo de 2021. Davide estaba hospitalizado en Roma, en el Bambin Gesù, los médicos acababan de decirnos que ya no había esperanzas de vida para él. Elisa y yo estábamos desesperados, ya no sabíamos ni qué decirle a nuestro bebé. En cierto momento Elisa le habla del ángel de la guarda, para aferrarse a una imagen reconfortante, como si se refugiara en los cuentos de hadas, y Davide, muy alegre, responde: "Mamá, no uno, ahora veo tres. Y si cierras los ojos también podrás verlos."
¿Veía también a la Virgen?
Elisa. “La Virgencita es hermosa”, nos dijo. La vio rodeada de ángeles como está representada en la estatua del santuario de Cassano. Él no conocía ese lugar, ninguno de nosotros lo conocía, fue María quien se lo señaló, le hizo encontrar esa imagen suya en Internet y nos pidió que peregrináramos.
Salvador. Primero vio a los Ángeles, quienes lo prepararon para el encuentro con la Virgencita. En ese momento ella nunca lo abandonó y a su vez lo preparó para el encuentro con Jesús que ocurrió con su Primera Comunión.
Ad Jesum per Mariam. El capítulo del libro dedicado a la Eucaristía se titula: Veo a Jesús ¿Qué pasó exactamente ese día?
Elisa. Fue la primera Misa a la que Davide asistió en su vida. Durante la celebración tuvo una mirada seria y profunda, se mostró sereno y decidido en sus movimientos como si ya lo supiera todo. Lo escuchamos hablar en voz baja y no entendimos si estaba participando en el ritual (que él no sabía, sin embargo) o si estaba conversando con alguien. En cierto momento le pregunté si la Virgen había venido a misa, como le había prometido. Él respondió que ella ya estaba en la iglesia esperándolo y, después de mirar hacia arriba como mirando al cielo, lleno de felicidad, le dijo a su padre que los angelitos también estaban allí. Por la noche, una vez terminado todo, tuve el valor de preguntarle si Jesús también se había manifestado, él respondió que sólo después de comer la Hostia consagrada había visto a Jesús y nos lo describió.
¿Cómo lo ha descrito?
Elisa. Con estas exactas palabras: «¡Hermoso! Joven como San Miguel, sin barba, con el pelo corto y largo, con túnica blanca y manto rojo." También nos dijo que Jesús lo había acariciado con una mano, mientras con la otra le había tocado el corazón.
En el libro se narra la Primera Comunión de Davide como un punto de inflexión radical en vuestra vida...
Elisa. Tanto Salvatore como yo vivíamos lejos de la Iglesia y de los sacramentos; y Davide había crecido sin formación religiosa. Nunca antes habíamos entendido lo que significa que Jesucristo esté vivo y presente en la Eucaristía. A través de nuestro hijo hemos experimentado de primera mano esta presencia real. Davide nos ha dicho que viéramos a Jesús, pero vimos cómo David nos lo decía: su confianza, su fe, su espontaneidad, sus ojos llenos de una luz que no existe en esta tierra.
Salvatore, eres apicultor, un hombre concreto de la tierra: ¿cómo pudiste creer las palabras de tu hijo y cómo lo cambiaron?
Salvador. La pregunta que me hago es la contraria: ¿cómo podría no haber creído? Desde el primer momento que escuché a mi hijo hablar del Cielo algo dentro de mí cambió. Es como si las palabras de Davide respondieran a muchas preguntas que llevaba dentro de mí de una manera que nunca nadie había respondido. La primera vez que Elisa me hizo correr al hospital, diciéndome que Davide me había hablado de los angelitos y del Paraíso, rompí a llorar y sentí una certeza inquebrantable en mí. Día tras día Elisa y yo – cada una a nuestra manera, pero juntos – comprendimos que si lo que nuestro hijo nos decía era verdad, ¡nuestra vida ya no podría ser la misma! Soy un hombre racional y había vivido como si nada existiera más allá de lo que ves y tocas. Pero Davide nos mostró otra vida, la vida real, y es la que más esperaba y deseaba.
¿Cómo les comunicaba estas cosas?
Salvador. En muchos sentidos. Le doy un ejemplo. El día después de su Primera Comunión vi a Davide jugueteando con su alcancía con forma de casa de abejas. Sabiendo muy bien lo mucho que le gustaba comprar juguetes, le dije: "Mira cuánto dinero has recibido como regalo: ¡tienes que decirles a los angelitos y a la Virgencita que te hagan sanar para que lo puedas gastar!". Me respondió enseguida, sin pensarlo ni un momento: “No papá. Me están esperando. Tengo que ir". ¿Te imaginas a un niño de ocho años que, con una seguridad y una serenidad indescriptibles, habla así de su muerte? David nos mostró que la muerte no es el fin sino el comienzo de la vida. Antes de ir al Cielo se hizo hacer un vestido especialmente para volar con los Angelitos: eligió todo hasta el más mínimo detalle, y cuando se lo probó parecía que se estaba preparando para la boda, para el día más hermoso de su vida. ¡vida!
¿Les ha descrito también lo que hay después de la muerte?
Elisa. Nunca habló de la muerte. Un día nos contó que los angelitos lo llevaron a ver el Paraíso y lo describieron como un lugar hermoso, lleno de luz y con un arcoíris. Un lugar donde suceden las cosas bellas que deseas y donde el sufrimiento no existe, de hecho repitió: "En el Cielo no se toman medicinas y no hay hospitales". Fíjese que Davide era muy pegado a mí, al punto que durante las estadías (en el hospital) no me dejaba salir de la habitación, pero desde que vio el Paraíso empezó a decir que quería ir allí. Él tenía una serenidad inexplicable y me dijo que decía que debía mantener la calma ya que él siempre vendría a encontrarme.
Salvador. No sólo escuchamos sus historias, lo vimos cambiar completamente: antes de partir hacia el cielo, Davide había vencido las ansiedades típicas de los niños que padecían enfermedades graves durante años. Ya no lloraba ni hacía berrinches. Siempre se había vuelto alegre y lleno de vida, agradecía todo, amaba a todos y siempre nos hablaba del Cielo. Incluso su hermano Antonio, al que tenía mucho cariño, quedó abrumado por este cambio. Uno de sus últimos días reunió a toda la familia, incluso a sus tíos y primos, y nos llevó a misa. En la iglesia, al ver que estábamos detrás, nos "empujó" hacia las bancas delanteras para que estuviéramos más cerca del altar. Estaba en el cochecito porque no podía caminar por el dolor, pero lo invadió una alegría que nos dejó sin palabras. Era el día del Corpus Christi.
La estatua de la Madonna degli Angeli de Cassano es una figura regia...
Elisa. Para Davide la “Madonnina” – como él la llamaba – era ante todo una madre. Un día, ante mi pregunta sobre lo que Nuestra Señora le hiciese o le dijese, respondió con franqueza: "¡Ella se acerca a mi cama y me abraza como una mamá, como tú!".
Salvador. Davide, con la espontaneidad y la ingenuidad de un niño, nos hizo comprender que el Cielo -los ángeles, la Virgen, Jesús, los santos- son personas familiares y más cercanas a nosotros de lo que podemos imaginar.
Fuente: Rivista Famiglia Cristiana
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